Diario de una Homo migratorius: Recuperando mi voz

 Todos los días me pregunto: ¿Seguro que somos Homo sapiens? Un vistazo rápido al panorama actual (pérdida masiva de la biodiversidad, contaminación, escasez de recursos, pandemias, terraplanistas o guerras entre otros), me hace pensar que de sapiens tenemos muy poco. Si hay algo que nos caracteriza como especie es que nos extendemos como una mancha de aceite y dejamos una huella indeleble, por eso creo que Homo migratorius es una es una etiqueta que nos queda mejor, con la que además me identifico. Pero tampoco es la primera vez que nuestra especie se enfrenta a cambios drásticos ¿no crees que un poco de perspectiva nos vendría bien?

Me dedico a la Arqueología con devoción desde finales del siglo pasado, con mis errores y mis aciertos como un personaje quijotesco más. Creo que la Arqueología, aprovechando las herramientas teóricas y metodológicas que tenemos a mano, puede convertirse en una Ciencia aplicada y tiene mucho que aportar a nuestra sociedad actual. Por eso quiero contarte mi experiencia.

Trabajé durante 10 años en el Pleistoceno inferior andaluz, tiempo en el que terminé una Licenciatura en Historia de 5 años en 4 con cambio de expediente incluido, un máster y me doctoré, con mucho esfuerzo en la Universidad Paul Valéry (Montpelier) una semana después de cumplir 28 años. De allí salí con menos papeles que una cabra montesa, condiciones incompatibles con la dignidad para seguir en un proyecto en el que me dejé la piel, cuando cambió de manos y muchas cicatrices.

He colaborado de forma muy activa en la creación y puesta en marcha de una licenciatura en Arqueología en Ecuador, algo que también te contaré, donde fui docente en grado y postgrado, soy la primera arqueóloga española que ha puesto un pie en la Antártida con un proyecto de investigación, y me he formado como arqueóloga subacuática, me he pelado el culo en varios continentes. Desde pequeña me decían estudia mucho y llegarás lejos, yo he llegado a más de 13.000 Km y he aprendido muchas cosas, que me gustaría compartir: que la vida no es justa, que Disney nos mintió o que por mucho que te esfuerces no siempre consigues lo que quieres, aun así no me rindo, puedo aportar.

Sigo buscando mi sitio ahora en la divulgación científica en Andalucía, siempre he pensado que es una obligación moral. Aquí tenemos tanto patrimonio que se percibe más como un grano en el culo de los constructores, que como un motor económico sostenible. Ojalá pudiera contribuir a que nuestra profesión deje de ser percibida como exótica, a encontrar sinergias que contribuyan a que podamos aspirar a puestos de trabajo dignos que cubran caprichos como comer tres veces al día o vivir bajo un techo.

Defiendo que la producción y reproducción del conocimiento científico en Arqueología no es una cuestión de vida o muerte, es algo mucho más importante. Implica una construcción constante y la integración de distintas disciplinas que cuanto más interaccionan más minimizan el efecto subjetivo del espectador, vamos aplicar el método científico ¿Cómo sabremos hacia dónde vamos si no sabemos de dónde venimos? Es necesaria una mediación adecuada para hacer hablar esos objetos, para darle vida a los lugares muertos. Las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo, pero hay temas en los que hay que estar formado e informado, si hasta para limpiar hay que saber, imagínate para reconstruir la identidad cultural y la memoria histórica.

La Tierra que hoy conocemos tiene un aspecto totalmente distinto al que tenía poco después de su nacimiento hace unos 4.500 millones de años. En su origen fue un amasijo de rocas en cuyo interior se calentó y fundió todo el planeta. Estas primeras etapas todavía no están completamente definidas desde el punto de vista científico, ya que el paso del tiempo, la erosión y los distintos cambios que ha sufrido han ido borrando los primeros vestigios. Cuanto más antiguo es el periodo que queremos analizar, mayores dificultades encontraremos para estudiarlo ya que la Tierra sigue constantemente evolucionando y cambiando. Llegados a este punto ¿Cómo podemos conocer la escala temporal de los cambios en estas cronologías tan antiguas? La investigación del pasado más remoto es compleja y requiere de estudios transdisciplinares, para demostrar cómo las antiguas especies fueron adaptándose lentamente a medida que sus genes mutaban. Las primeras periodizaciones de tiempos geológicos se realizaron en base a las variaciones de las formas fósiles encontradas en los estratos geológicos (basado en el principio de la superposición, el cual establece que en una sucesión de estratos los más bajos son los más antiguos y los más altos los más modernos), sin embargo sólo existen suficientes fósiles en los últimos 541 millones de años. Gracias al descubrimiento de la radiactividad, los geólogos del siglo pasado propusieron nuevos métodos de datación que permitieron establecer edades absolutas, en millones de años, a las divisiones de la escala de tiempo geológico. Si comparamos los casi 4.500 millones de años que tiene la Tierra con un día cualquiera de 24 horas, probablemente quedemos sorprendidos al ver lo insignificante de nuestra historia sobre la Tierra y no hablo de nuestra especie actual, H. sapiens sino a la aparición del género Homo, hace más de dos millones de años. Cambios decisivos como el bipedismo, la expansión del cerebro, la fabricación de herramientas o el lenguaje fueron hitos fundamentales en nuestro desarrollo. Pero tenemos más preguntas que respuestas.

La Ciencia es la herramienta más objetiva que ha encontrado nuestra especie para dar una explicación racional a las preguntas que nos rodean. Está en continuo movimiento, tiene distintas definiciones y avanza a medida que se multiplican los métodos y técnicas que intervienen en la producción del conocimiento, en especial cuando interactúan. La Arqueología entendida como Ciencia no se queda atrás, gracias a la revisión continua de los paradigmas y a la aplicación de nuevos métodos y técnicas de otras disciplinas. Hoy la reconstrucción de nuestro pasado, incluso el más lejano, es mucho más optimista y ambiciosa, nos enseña que no somos tan modernos ni nuestros antepasados tan primitivos (en el sentido más peyorativo del término). Abre un abanico de posibilidades de producción y reproducción del conocimiento antes limitado por el estudio descriptivo de las piezas extraídas de los yacimientos, donde el objeto arqueológico se considera como una finalidad y se exhibe a la población detrás de una vitrina, como pornografía arqueológica. Ese cristal se convierte en una barrera que impide al gran público identificarse con las sociedades pasadas y entender esos objetos como elementos que participan en la de la vida diaria de sociedades que tienen las mismas necesidades que la nuestra y que las resuelven con la tecnología de la que disponen en su contexto. No lo sabemos todo, construimos el conocimiento con los errores y los aciertos de los que nos precedieron, como base para los que vendrán en el futuro, el peligro llega cuando sustituimos la religión por la Ciencia.

¿Cómo sabremos hacia dónde vamos si no sabemos de dónde venimos? En momentos de incertidumbre generalizada como la que vivimos, ahondar en el conocimiento de nuestros orígenes, de nuestras raíces, cobra un interés social especial: nos permite entender un pasado común, un orgullo compartido, saber de dónde venimos para saber hacia dónde vamos. A lo mejor los arqueólogos somos más imprescindibles de lo que creías ¿te atreves a pensar?

Beatriz Fajardo Fernández-Palma, Doctora en Arqueología.


Comentarios

  1. Me parece del todo interesante este articulo, efectivamente son tiempo de reflexion y observación, como hemos llegado hasta aquí??, como hemos llegado a esto ???.

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  2. Me ha gustado leerlo casi al completo. "Diré" dos cosas... En otro momento ;D

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  3. Muy bueno. Me ha gustado especialmente cuando hablas de haber sustituido la religión por ciencia. Nada q ver una con otra y perfectamente compatibles. Yo soy religioso y científico. Está confusión es el fruto de todos nuestros males. La alteración de la jerarquía natural.

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