Querido no venimos del mono, somos monos.

 

Ha llegado el buen tiempo aunque más seco y antes de lo que debería. Ya sobran los edredones, los naranjos reventaron y el azahar impregnó las calles abarrotadas de Sevilla. Ese privilegio, asistir a este espectáculo efímero, nos hace protagonistas con el entorno de forma involuntaria. ¿Sabías que también transportamos su polen? Suelo andar por la calle pensando en mis cosas y aunque entre mis virtudes está la capacidad de abstracción, a veces es inevitable poner un poco la antena cuando te encuentras con un grupo de bípedos implumes con tonos de voz elevado en un semáforo en rojo, la cola de cualquier comercio o en el transporte público, vamos en cualquier sitio en el que se reduzca tu distancia social. En varias de esas situaciones he asistido a conversaciones en las que el argumento principal se apoya en lo he visto en X red social, pasándose por donde se pasan la esponja cientos de miles de años de acumulación de información y construcción del conocimiento. Una de las últimas me erizó el lomo, no sabría decirte su edad sin comprobar la fusión de sus articulaciones pero parecía que tenían poco recorrido, eso sí eran universitarios. Una conversación en la que se jactaban de no haber leído ningún libro de forma voluntaria, lo dramático es que no es la primera vez que lo escucho. Uno de los individuos, sin pudor, con un porque yo lo valgo en toda regla, sentenció mientras media docena de especímenes asentían con mirada bovina, que leer no servía para nada en la Universidad, que hay sitios en los que por un módico precio puedes comprar el trabajo obligatorio que supera las herramientas de plagio. Yo me hice la muerta evidentemente con vergüenza de especie. No quedó ahí, la espera se alargaba y volví a poner la antena porque elevaban la voz mientras otro H. sapiens, originario de alguna parte del hemisferio sur, se acercaba al grupo. Empezaron a llamarle mono de forma bastante despectiva mientras le arrojaban los residuos que tenían a mano (que por supuesto se quedaron en el suelo), y es ahí donde sigo preguntándome ¿transmitimos el conocimiento que generan el pasado y el presente con las herramientas adecuadas? Me viene a la cabeza la teoría que uno de mis principales oráculos expone en su libro Así somos: bases para una nueva sabiduría médica popular. Para él la ignorancia es una catástrofe, y para ser ignorante no es necesario pertenecer a un grupo desfavorecido de personas, los que han tenido la desgracia de nacer en un ambiente que no permite el acceso a la cultura. Es peor, se está extendiendo como una epidemia que llega incluso hasta estamentos sociales con especial obligación de aprender, a la Universidad. La genética nos demuestra sin lugar a dudas que las razas no existen dentro de nuestra especie, raza sólo hay una, la humana. Estos individuos por obligación legal han estado escolarizados para acceder a la educación superior, y deberían saberlo.

Por eso sigo insistiendo con mi proyecto de divulgación científica Tras las Huellas del Pasado y voy a aprovechar para hacer un he venido a hablar de mi libro a lo Francisco Umbral: si quieres un viaje al pasado y poner a prueba tus habilidades prehistóricas aprendiendo de forma divertida de dónde venimos para saber hacia dónde vamos, soy tu arqueóloga. Nos puedes encontrar en Instagram (@tras_las_huellas_del_pasado) y en Facebook (Tras las huellas del pasado)

Con Tras las Huellas del Pasado trabajamos divulgando la Prehistoria, creamos arqueoactividades que se basan en el principio de participación activa del público como una forma de aprender divirtiéndote que no somos tan modernos ni nuestros antepasados tan primitivos. Trabajamos sobre todo con el periodo más largo de toda nuestra historia y uno de los más desconocidos: el Paleolítico, en el que Andalucía, por su ubicación juega un papel fundamental en el que queda mucho todavía por descubrir. Empecé en 2005 construyendo yacimientos arqueológicos artificiales en Juveándalus, Granada, también los he usado para la docencia. Consiste en recrear una superficie de excavación tal y como la encontraríamos, organizando los materiales de forma que tengan una relación de dependencia, ¿has visto alguna vez una pata de caballo corriendo sola por ahí?, ¿dónde está el resto del caballo y cómo lo podemos inferir desde el registro arqueológico? Sirven también para repasar matemáticas (Pitágoras o las coordenadas cartesianas), física, química, dibujo, coordinación y lo más importante, fomenta el trabajo en equipo. No se trata de usar un pincel para que los niños desentierren cositas al azar en un arenero, si no transmitir la responsabilidad que tenemos los profesionales en arqueología para recoger la información necesaria que nos permite saber qué estaban haciendo los que dejaron esos restos, ya sabes cómo en la escena de un asesinato.

Lo aprendí en Francia, allí tienen una larga tradición en este tipo de arqueoactividades, no he inventado nada pero sí las he adaptado a nuestro entorno de forma efectiva. No olvidaré a una señora mayor en 2008, cuando monté mi segundo tinglao de divulgación, que se negaba a soltar el propulsor hasta que no hiciera diana, con una cola tremenda detrás. Tenemos evidencias de sobra que demuestran que estas arqueoactividades permiten aprender de forma divertida además de crear puestos de trabajo para los que a su vez se necesita formación, sin olvidar que para que sean de calidad requieren mucho trabajo detrás.


Me lo pasé genial con esta señora (Prehistoria en la Calle 2008).

¿Sabías que desde finales del siglo pasado existe un Campeonato Europeo de tiro con armas prehistóricas? Una iniciativa belga que además ya se ha puesto en marcha en algunas localidades españolas, es divertidísimo y encima haces ejercicio, te aseguro que te olvidas del móvil. Ya ves, la Arqueología experimental se enseña en las universidades europeas y americanas del norte como la herramienta más efectiva para comprobar nuestras hipótesis. Como la investigación no para, siempre puedes incorporar novedades, es la mejor forma de hacer partícipe a todos los públicos de nuestro pasado, eso sí existe una línea muy fina entre la divulgación científica y la parodia. La reconstrucción termina donde empieza la hipótesis, no hace falta disfrazarse y no todo vale.

Aprendo mucho con estas arqueoactividades, me adapto y me permiten tener información de primera mano para ver la desconexión que tiene la sociedad en general con nuestro pasado y con nuestro entorno. Siempre digo de broma que en cuanto haya una tormenta solar de las gordas voy a dominar el mundo porque sé hacer fuego, identificar fuentes de materias primas y fabricar herramientas. Hemos perdido el contacto con el entorno, ¿qué haces sin móvil?, ¿de dónde vienen las cosas?, ¿y nosotros?

Me produce cierto estupor ver cómo hay disciplinas sociales que usan la Teoría de la Evolución, que funciona entre distintas especies y en un periodo de tiempo bastante largo, aplicada a individuos de la misma especie. No sobrevive la más fuerte, sino la especie que mejor se adapta como grupo de individuos. La visión simplista y lineal del pasado salpica los medios de comunicación, incluso algunas instituciones públicas de nueva creación siguen utilizando la imagen de la línea de la Evolución perpetuando una idea estática metida en cajoncitos, ¿te suena esta imagen?

Primera imagen que aparece en Google si buscas evolución humana (Wikipedia).

Las imágenes transmiten mensajes y en esta podemos destacar sobre todo tres que están completamente desfasados y más que superados, igual que el concepto de eslabón perdido: el primero es que da a entender que nuestro ancestro es un chimpancé. No venimos de monos actuales, ellos también han tenido su proceso de evolución, ya ves, nuestros caminos empezaron a separarse hace unos diez millones de años. El segundo mensaje erróneo es que muestra un simio que va enderezándose poco a poco hasta llegar a nuestro bipedismo actual, y eso tampoco es verdad, existen restos de otras especies bípedas datadas entre seis y siete millones de años como el Sahelanthropus tchadensis, u Orrorin tugenensis. El tercer mensaje y el más peligroso es que el esquema muestra un camino único para la evolución humana, deja entender que hemos sido una finalidad. Nada que ver con la realidad, el esquema con el que se trabaja en Evolución Humana hoy es arborescente no lineal. Imagínate un árbol centenario de hoja caduca a principios invierno con todas sus ramas y ramitas peladas donde queda una sola hoja, y esos somos nosotros. Hasta hace poco tiempo, en escala geológica, han convivido distintas especies y todo lo que nos queda por saber. Cada vez que se encuentra una especie nueva se añade una ramita más a ese árbol o la ramita se hace más larga.

Llevamos poco tiempo buscando con metodologías que puedan convertir pruebas en información y ésta en conocimiento, donde la Arqueología científica juega un papel fundamental. Sí querido, no venimos del mono, somos monos, pero otro tipo de monos.

¿Cómo sabremos hacia dónde vamos si no sabemos de dónde venimos?

Beatriz Fajardo Fernández-Palma, Doctora en Arqueología. 




Comentarios

  1. Como siempre acertadisimo. Es la lectura con la que mas aprendo últimamente, al margen del trabajo. Enhorabuena

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  2. Esperando nuevas entradas, que son muchos los temas a tratar, y muy acertado tu ojo clínico en los asuntos que tratas. Enhorabuena!!

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