¡Hay gente pa tó!
Seguro que muchas veces has usado
esta expresión, pero, ¿de dónde viene? No lo puedo evitar, me encantan los
¿sabías qué…? Esa frase se pronunció en una fiesta en un hotel de Madrid,
cuando al torero Rafael el Gallo le presentaron al filósofo José Ortega y
Gasset. El torero sevillano preguntó quién era aquel gachó con pinta de estudiao, a lo que le respondieron: es filósofo e inmediatamente preguntó ¿Filo qué, ezo qué e? Alguien le explicó
en qué consistía su profesión, que era un señor que analizaba el pensamiento de
la gente, que leía y escribía doctrinas orientadas a conocer mejor el obrar de
las personas. El Gallo, estupefacto, guardó silencio unos segundos. Hasta soltar
con gracia: ¡Hay gente pa tó!
Y vaya tela como está el
mundo y aquí sigue sin llover. Sudán o Ucrania están fatal, hay una tremenda
ola de calor en el sudeste asiático, inundaciones más destructivas de lo normal
en la temporada de lluvias de la región americana del Neotrópico…, verás el
veranito que nos espera. Mientras la Antártida está cada vez más verde, los
mares y océanos alcanzan temperaturas que tienen sus consecuencias en cambios
de corrientes, en la biodiversidad y el clima. Ya ves si debería importarnos,
condiciona la base de nuestro sustento. Vivimos momentos de cambio y si no hay
producción de cereales seguirá subiendo el precio de la cerveza entre otros.
Fíjate, los cambios climáticos en
sus distintas escalas han tenido una influencia decisiva en los organismos que
han habitado la Tierra en sus casi 4.600 millones de años de existencia a largo
medio y corto plazo, por ejemplo la explosión de vida en el Cámbrico, extinciones
a gran escala, mutaciones genéticas o cambios de modos de vida de nuestros
antepasados en una escala temporal más pequeña ¿Sabías que África fue el primer
continente desarrollado desde el punto de vista tecnológico? Todos los cambios
climáticos han influido en nuestra relación con el entorno, nuestra tecnología
y modos de vida, como el que ocurrió entre el Pleistoceno y el Holoceno que dio
lugar al Neolítico o Formativo, origen de las sociedades productoras
sedentarias. Ese cambio climático, el paso de un periodo glaciar a otro interglaciar,
hizo que el agua que estaba acumulada en los polos y en los glaciares empezara
a circular por la atmosfera y empezó a llover. Cambió el clima, la vegetación,
se extinguieron los grandes mamíferos que habitaban los continentes y se dieron
las condiciones para la domesticación de las plantas y otros animales. No,
nadie se despertó más listo que los demás un día y decidió ponerse a sembrar y
a estabular animales. Fue un proceso largo que duró más de 3.000 años y además surgió
de forma independiente en todos los continentes menos en la Antártida claro,
cambio que desde mi punto de vista nos fastidió como especie, porque no estamos
preparados para vivir en sociedades complejas y menos con la globalización,
pero eso te lo cuento otro día, imagina todo lo que nos queda por conocer.
¿No crees que un poco de perspectiva nos vendría bien? Dicen que el saber no ocupa lugar, pero no veas cómo pesan los libros, fotocopias o diccionarios, aunque afortunadamente las nuevas tecnologías nos permiten almacenar cada vez más información en formato digital, pero, ¿cómo se construye el conocimiento?, ¿para qué nos sirve? Es un proceso que tiene su propio lenguaje que consiste en convertir indicios en pruebas, éstas en información que después se transforma en conocimiento, con unas herramientas condicionadas por el método científico. Y qué cosas, es curioso cómo la sociedad asume que el entrenamiento y la constancia son fundamentales para deportistas, músicos, actores o cocineros profesionales que crean tendencia y marcan nuestro carácter gregario porque están en la cima de la sociedad, pero no asumimos que para pensar también se necesita gimnasia: leer, reflexionar y discutir mucho, y me parece muy preocupante. No, no todas las opiniones valen lo mismo, mi opinión sobre una operación a corazón abierto es completamente prescindible. Si hasta para limpiar hay que saber, imagínate para construir conocimiento.
Me encanta esta viñeta, representa muy bien el lenguaje que se usa en ciencia.
Científicos y filósofos de la
ciencia han hecho un esfuerzo importante para crear herramientas que minimicen
el efecto subjetivo debido al observador. Hay quien no tiene respuestas y se
las inventa, en la práctica diaria muchos de los que enarbolan la bandera de
científicos no suelen seguir ningún método, cayendo en falacias argumentativas,
egos, orgullo… Esta actitud seguramente nos haga perder el tiempo con modelos
fantasmagóricos que no explican nada sobre las observaciones reales. Por
ejemplo, un modelo o teoría falsa no es más que una creencia, sobre todo cuando
se usa el Argumento Loreal: porque yo lo
valgo.
Por otra parte, si tienes una
idea genial busca qué se ha hecho antes como paso fundamental en las primeras
fases del método científico. ¿Cómo se inserta tu hipótesis en lo que ya se
conoce desde distintos puntos de vista?, probablemente se le haya ocurrido
antes a otra persona, y si es el caso lo ético es reconocerlo, no hay que ser
un científico avezado para saber que robar la producción los demás está mal,
son cosas que se enseñan en casa. En eso tengo experiencia, pasa más de lo que
debería y suele estar asociado a individuos que desconocen el esfuerzo y
sacrificio que implica el proceso de producción del conocimiento. Yo por lo
menos tengo la tranquilidad de haberlo hecho bien, a pesar de estar condenada
al ostracismo y que otros firmen mi trabajo, mis resultados siguen vigentes y
ni siquiera han corregido los errores.
Hoy la reconstrucción de nuestro
pasado, incluso el más lejano, es mucho más optimista y ambiciosa gracias a la
transdisciplinariedad. Como movimiento intelectual y académico va más allá del
enriquecimiento de las disciplinas con diferentes saberes (multidisciplinar) y
del intercambio epistemológico y de métodos científicos de los saberes
(interdisciplinar).
La transdisciplinariedad aplicada
a la arqueología ha derivado en la tercera revolución científica y abre un
abanico de posibilidades de producción y reproducción del conocimiento, antes
limitado por el estudio tipológico local del registro material en los
yacimientos, donde el objeto arqueológico se considera como una finalidad y se
exhibe a la población detrás de una vitrina. Ese cristal se convierte en una
barrera que impide al gran público identificarse con las sociedades pasadas y
entender esos objetos como elementos que participan en la de la vida diaria de
sociedades que tienen las mismas necesidades que la nuestra, y que las
resuelven con la tecnología de la que disponen en su contexto.
La transdisciplinariedad, esa
corriente de pensamiento con la que me identifico porque he visto que funciona,
surge como una reacción contra el positivismo (sólo creo lo que veo) y el
postmodernismo (el todo vale). Este movimiento intelectual aspira a lograr un
todo integrado coherente y lógico que nos lleve a la satisfacción intelectual
como último fin del método científico: la validación. La transdisciplinariedad ha
superado el estatus de escuela ideológica impulsada sobre todo por la UNESCO (Symposium on Sustainability Science,
2016) y por el International Center for
Transdisciplinary Research (CIRET) en Francia. ¿Por qué no lo adaptamos si
funciona? Cuando se aplica de forma coherente crea puestos de trabajo y se
convierte en un motor económico sostenible, demuestra que una investigación no
termina cuando se publica en una monografía sin salida o en artículos de acceso
limitado para los profesionales, termina cuando se entiende.
La ciencia tiene la función de
generar conocimiento o de aplicarlo a nuestras necesidades concretas,
diferencia entre ciencias básicas y aplicadas que estableció Thomas Kuhn a
mediados del siglo pasado. Hoy los resultados se miden por impacto,
publicaciones en revistas prestigiosas y las veces que se usan como referencias
en otros trabajos, donde por cierto no sólo cuesta dinero publicar, también
cedes los derechos de autor y donde muchas veces te encuentras a merced de
corporativismos mal entendidos.
Cómo no, se ha convertido también
en un negocio, el último escándalo lo protagoniza un jeque de Arabia Saudí con
su campaña de compra a científicos con producción, por un módico precio anual,
estos científicos añaden la filiación de esa universidad que aspira a formar
parte de los rankings internacionales,
algo que no es nuevo, los chinos se han pasado más de 20 años haciéndolo por lo
bajini hasta que han consolidado su propia Academia.
En conclusión, cuando leo que se subvenciona
con dinero público un proyecto multidisciplinar sobre el Paleolítico se me eriza
el lomo, es un síntoma de indolencia o desconocimiento epistemológico brutal, como
si vas al médico y te dice que te va a curar los humores con sanguijuelas y así
nos va, ¡Hay gente pa tó!
¿Cómo sabremos hacia dónde vamos
si no sabemos de dónde venimos?
Beatriz Fajardo Fernández-Palma,
Doctora en Arqueología.
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