Guerras ¿Desde cuándo?

Uno de mis oráculos dice con conocimiento de causa, que la guerra es una de las mayores estupideces del ser humano, pero ¿Sabías que hoy en el mundo hay casi 60 guerras o conflictos activos? Las huellas de la violencia dejan cicatrices que resisten el paso del tiempo. Desde el 7 de octubre Israel y Gaza ocupan todas las portadas de periódicos, pero ¿y Ucrania? Es curioso cómo nos anestesiamos, no es fácil encontrar un medio de comunicación que nos actualice el drama ucraniano, entre muchos otros.

Hasta hace poco toda la evidencia de comportamiento bélico en sociedades de cazadores recolectores era indirecta, sobre todo basada en comparaciones con cazadores-recolectores modernos, sociedades hoy en día amenazadas por la contaminación, la pérdida de hábitat y el colonialismo, presiones a las que no se enfrentaron nuestros antepasados más lejanos, con un tufillo del concepto del buen salvaje de Rousseau bastante evidente.

¿Sabías que la evidencia de violencia más antigua conocida por ahora tiene unos 450.000 años?, ¿o que las evidencias más antiguas de guerra se remontan a más de 13.000 años en Sudán? Como decía Carl Sagan, la ausencia de evidencia no es la evidencia de la ausencia, que sean las huellas más antiguas documentadas hasta ahora no significa que no se puedan descubrir otras más antiguas todavía en el futuro.

Los cadáveres documentados en el cementerio prehistórico de Jebel Sahaba en Sudán, excavado en los años 60 del siglo pasado, parecen haber sufrido violencia y traumas en varios momentos de sus vidas. Un descubrimiento que puede ayudarnos a comprender la prehistoria de la violencia antes de ese gran cambio climático que propició el origen de la agricultura desconocido hasta hace poco. También en una laguna a orillas del lago Turkana en Kenia, hace unos 10.000 años, un grupo de cazadores-recolectores atacó y masacró a otro, dejando a su paso 27 cadáveres de todas las edades con cráneos aplastados, puntas de flechas o lanzas incrustadas y otras heridas incompatibles con la vida. El estudio de este yacimiento cuenta una historia feroz, un hombre saeteado dos veces en la cabeza con flechas o pequeñas lanzas y con la rodilla destrozada, o varias mujeres, una de ellas embarazada con un feto en su interior de entre 6 y 9 meses, que murió de un golpe en la cabeza y la posición de sus extremidades sugiere que pudo haber sido atada antes de ser asesinada.

Esta es una de las mujeres que murió atada de un golpe en la cabeza (Fuente: Marta Mirazón Lahr).

Entonces, ¿somos los humanos nobles salvajes o la vida de la humanidad es desagradable, brutal y corta? Durante milenios, filósofos como Jean-Jacques Rousseau y Thomas Hobbes han debatido sobre cuándo y cómo surgió la guerra en nuestra especie. Algunos antropólogos argumentan que la guerra organizada no surgió hasta que aparecieron las sociedades complejas con jerarquías políticas y élites que controlaban el poder. Otros afirmaron que la guerra surgió después de la revolución agrícola, cuando empieza a haber excedentes de producción o ganado por los que valía la pena luchar. Según ese planteamiento occidental y antropocéntrico, la verdadera guerra (al margen de las disputas entre amigos o familiares que terminaron mal para alguna de las partes) sería ajena a los grupos de cazadores-recolectores.

Resulta que cuando miramos alrededor no somos los únicos violentos, nuestros primos cercanos los chimpancés no sólo organizan ataques violentos contra individuos solitarios que se extravían en su territorio, resulta que también usan las cimas de las colinas cercanas a las fronteras territoriales para reunir información sobre grupos rivales, antes de realizar incursiones en territorio enemigo en momentos en que el riesgo de confrontación es bajo. Un uso táctico del terreno elevado en situaciones de conflicto, hasta ahora asociado sólo a nuestra especie. Necesitaría un desplegable para contarte cómo la etología actual describe el comportamiento violento de los animales no humanos. También hay comunidades de cazadores-recolectores actuales, como los yanomami en la remota selva amazónica, que participan regularmente en escaramuzas violentas contra las aldeas vecinas.

Ya ves, no somos tan modernos ni nuestros antepasados tan primitivos y lo sabemos gracias a la arqueología científica, la que desarrollan equipos de profesionales transdisciplinares, esos que crean puestos de trabajo y producen conocimiento que nos permite tener perspectiva, fundamental para entendernos en el presente. ¿En serio crees que no somos necesarios?

 

¿Cómo sabremos hacia dónde vamos si no sabemos de dónde venimos?

Beatriz Fajardo Fernández-Palma, Doctora en Arqueología.

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