Visitas deseadas o indeseadas
Hace ya unos días que me
despierto con el canto histérico de cotorras que han decidido vivir en un árbol
cercano a mi ventana, y les estoy cogiendo un poco de manía… No pidieron venir
aquí, pero esos pajaritos que en su momento liberaron o se liberaron de sus
jaulas se han reproducido y se han sentido como en casa amenazando la
biodiversidad nativa, el año pasado leí que se habían censado unas 5.500 entre
las kramer y las argentinas y a saber cuántas hay hoy, espero que la visita de
mis vecinas sea temporal.
Nos hemos olvidado de la relación
de interdependencia que tenemos con nuestro entorno en un periodo ridículo
tiempo, un entorno que al determinar nuestros recursos nos condiciona. Hemos
introducido especies invasoras, visitantes que se han convertido en habitantes a
largo plazo en todos los niveles del ecosistema, como los pisos turísticos en
los centros de las ciudades que desplazan a la población nativa. Si lo unimos a
la falta de agua, de cobertura vegetal, a la proliferación de plantas solares
que han sustituido la locura por las plantas eólicas de principios de siglo, entre otros, vamos
directos a una tierra yerma dentro de treinta años. Piensa en un viaje por
carretera, hay zonas en las que esos huertos solares para una energía sostenible, que tienen un impacto
directo sobre nuestro patrimonio natural y cultural, parece que se reproducen y
llegan hasta el horizonte, y lo que te
rondaré morena. No sé si alguna vez has visto una avispa asiática, una vez vi
un cadáver y te aseguro que si eso pudiera pegarte un bocao, te arrancaría un dedo. Además son voraces cazadoras de
abejas, y últimamente no vamos sobrados de ellas precisamente.
Si escribes Huerto solar en Google y
le das a imágenes es una de las primeras que sale, acostúmbrate. (fuente:
https://negocioinmo.com/expansion-y-caracteristicas-de-los-huertos-solares/)
Las visitas suelen ser agradables
cuando son temporales, de la misma especie y consensuadas. Yo siempre he tenido
una casa de puertas abiertas porque me han acogido en infinidad de sitios en momentos
difíciles, bueno, también en los fáciles cuando viajaba como baúl de folclórica.
Normalmente las espero y me gustan siempre con mesura. Pero algunas visitas se
me han atravesado y son un claro ejemplo de la relatividad del tiempo, parece
que las horas no pasan incluso tachándolas con palotes.
Otra prueba de la relatividad del
tiempo es que estoy aprendiendo mucho, ya en el ecuador de mi nueva aventura
laboral y vaya tela, el tiempo pasa volando. Reconozco que tras la experiencia
de 10 años de trabajo en contacto directo con individuos que representaban la
Administración, sumada a la espinita que tengo por el robo cruel de mi trabajo,
ese que siguen usando sin mí y el exilio, pensaba que no tocaría la Administración ni con
un palo, pero ya ves qué cosas… he cambiado de opinión. Hui hace cuatro lustros
de caciquismos, gritos y obligaciones incompatibles con la dignidad, me fui a
conocer cómo y porqué en otros sitios funciona bien, crean puestos de trabajo y
aquí no. Seguimos siendo una profesión exótica y yo estoy segura de que puedo
aportar. A pesar de ser una tremenda responsabilidad, como la de cualquier
empleado público, está en continua construcción, eso sí, a su ritmo. Mi
percepción de los comportamientos de los que hui hace cuatro lustros, la norma
en ese momento, ahora me parecen marginales, un poco de esperanza no viene mal.
Queda mucho por hacer, aprendemos
de los errores y aciertos del pasado como soporte para las generaciones
futuras, tenemos la oportunidad de aportar un granito de arena en la
reconstrucción del pasado, en convertirlo en motor económico sostenible y yo
quiero participar, y espero ser una visita deseada.
¿Cómo sabremos hacia dónde vamos
si no sabemos de dónde venimos?
Beatriz Fajardo Fernández-Palma, Doctora en Arqueología.
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